La enseñanza de la Literatura en la infancia es probablemente el campo más fascinante y, a la vez, el más infravalorado por los estudiantes. Desde que se integró la Literatura como materia de estudio en la educación formal, esta se abordó desde una metodología historicista. Sin embargo, en la actualidad se ha abierto un debate sobre si este es el mejor enfoque para acercar al alumnado a este arte o si, por el contrario, es conveniente enseñar la Literatura desde una metodología inversa. A continuación, se realiza un breve análisis sobre las ventajas y desventajas de cada metodología.
La metodología historicista pone el foco en el contexto histórico y cultural en el que se produce una obra literaria. Esta aproximación busca que los estudiantes comprendan no solo el texto en sí, sino también las circunstancias en las que se enmarca, como las condiciones sociales, políticas y económicas de la época. Al enseñar Literatura desde esta perspectiva, se fomenta en el alumnado una apreciación más profunda de las obras, ya que pueden observar cómo los autores reflejan y responden a su entorno. Por ejemplo, leer un cuento de la época victoriana, permite profundizar en aspectos como la clase social y el papel de la mujer, conectando la Literatura con la Historia y la realidad.
Sin embargo, esta metodología presenta algunos desafíos. A veces, el alumnado pueden sentirse abrumado por la cantidad de información contextual que se le presenta, lo que podría desviar su atención del texto literario en sí. Además, el enfoque en el contexto histórico puede hacer que algunos estudiantes se sientan desconectados si no logran relacionar esos eventos pasados con su propia vida. Por tanto, desde el enfoque historicista, la Literatura no lograría generar aprendizajes significativos, vinculados con el entorno próximo del discente, dificultando así el interés por el estudio de este área.
Por otro lado, la metodología inversa se enfoca en el texto literario primero, permitiendo que los y las estudiantes interactúen con la obra antes de sumergirse en su contexto histórico. En este enfoque, se anima al alumnado a explorar sus propias interpretaciones y reacciones a la Literatura, lo que fomenta un sentido de propiedad sobre su aprendizaje. Al leer un poema o una historia, se propicia un debate e intercambio sobre sus emociones y pensamientos, lo que les ayuda a desarrollar habilidades críticas y analíticas. Una vez que han formado sus propias ideas, se introduce el contexto histórico, lo que enriquece su comprensión y dota de una nueva perspectiva al texto que han leído.
Una gran ventaja de la metodología inversa radica en que, al centrarse primero en el texto, se genera un interés genuino en la Literatura, lo que motiva a los estudiantes a profundizar más en el tema. Sin embargo, este enfoque puede llevar a una comprensión superficial si el alumnado no recibe la suficiente información sobre las circunstancias que rodean a la obra, perdiendo gran parte del contenido de la Literatura: el contexto en el que se enmarca.
Con todo, y tal y como apunta Santos Rovira en su artículo Una reflexión sobre la enseñanza de la literatura y una propuesta renovadora (2023), es necesario sacar a la Literatura de los confines del aburrimiento, donde el alumnado la lleva situando durante décadas. El enfoque historicista ha demostrado no lograr conectar a los estudiantes con la obra, generando un rechazo hacia la Literatura y el hábito lector. Por todo ello, una de las principales responsabilidades de los docentes de Literatura es acercarla al alumnado, presentando lecturas con referentes cercanos al contexto del alumnado en primera instancia. Solo así se logra generar un interés genuino por la lectura y la Literatura, de modo que a partir de ahí se pueda profundizar y avanzar hacia obras más alejadas en el tiempo.