jueves, 17 de noviembre de 2022

Actividad I. La mirada del otro.

Emma Carratalá Llorca 

Eres un/a alumno/a de tu clase. Tienes que contar cómo fue el curso pasado con tu maestra/o ¿Cómo es?, ¿Qué recuerdas? ¿Qué tema te gustó más? ¿Cuáles fueron tus lecturas? ¿Cómo es tu autobiografía lectora?...


1. Realizamos la práctica en papel.






2. Texto corregido por una compañera.

Llega la vuelta al colegio, y aunque tenía muchas ganas de ver a mis compañeros/as, también sentía curiosidad por saber qué maestro/a íbamos a tener este nuevo curso; ojalá que fuera la misma que el año pasado, Esther.


La profesora Esther entraba siempre con una sonrisa en clase, y a diferencia de otros profesores que pedían abrir el libro por una determinada página, ella lo primero que hacía era preguntarnos como nos sentíamos, si estábamos con ganas de empezar la clase o, por lo contrario, si ese día nos sentíamos más desmotivados. Ella no era como otros profesores/as a los que solo les importaba que estuviéramos como meros figurantes, sino que nos trataba como personas que sienten, que tienen días más productivos y otros que no tanto. Es decir, mostraba interés por nosotros y por nuestra predisposición a aprender.


Recuerdo que siempre traía libros diferentes cada semana, libros que nos hacía llegar con emoción a través de sus palabras. Nunca había sido amante de la lectura, pero el curso pasado Esther supo crear en mí la necesidad de sumergirme en las palabras de aquellas páginas, queriendo conocer cada vez más historias. Sin duda, recuerdo con nostalgia aquel proyecto que realizamos sobre literatura universal. Lecturas como La metamorfosis de Franz Kafka y Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra, quedaron en mi grabadas, ya que no solo las leíamos, también las comentábamos y las dramatizábamos sintiéndonos los propios protagonistas de aquellas novelas.


A Esther no solo le interesaba que aprendiéramos a ser lectores; sino que ella quería que fuéramos un público crítico, que pudiéramos interpretar las obras desde diferentes perspectivas y llevar a cabo un análisis de lo que estábamos leyendo. No eran simples historias, el texto interactuaba con nosotros/as y nosotros/as con él.


También recuerdo aquellas clases de tutoría que, aunque siempre o casi siempre habían sido una hora de relleno en nuestro horario lectivo, sin embargo, Esther hacía que fuera el momento más esperado de la semana, realizaba talleres cada sesión, donde trabajábamos cooperativamente las matemáticas, el lenguaje, la literatura, el arte, etc. Todo a través del juego. El juego que más me gustaba era el de ‘’Código Secreto’’. Éste consistía en hacer grupos, proponiendo 25 palabras sobre la mesa, el portavoz del grupo tenía que dar pistas para que los demás miembros relacionen dos o más palabras, siendo el ganador quien acierte antes todas las palabras.


Por todo esto, y mucho más, este curso voy a echar de menos a Esther. Nunca había sentido tanta alegría por volver a la rutina, y en parte, se lo debo a ella.



Lecturas de mí infancia



Juego código secreto





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