Cuentar: el arte de ser, estar y parecer
La literatura fue, es y será, en todas las etapas de nuestra vida, un lugar maravilloso al que siempre recurrir para encontrarnos, pero también para perdernos. Desde nuestros primeros momentos, contemplamos la literatura como una fuente de entretenimiento; de exploración de nuevos mundos; y de unión, tanto con la persona que nos lee, si es el caso, como con los personajes que descubrimos en las historias y con los que tanto empatizamos. Asimismo, cuando crecemos, comprendemos el poder que tienen todas las palabras para adentrarnos en cada una de las historias.
Sin embargo, no debemos olvidar que la literatura también es una herramienta muy poderosa, a través de la cual aprendemos y transmitimos valores indispensables para la vida, como la aceptación de uno mismo, la apreciación positiva de la diferencia, la solidaridad o la justicia. Del mismo modo, los libros nos ayudan a eliminar barreras, al mostrar situaciones sociales que mueven el mundo; y a superar tabúes, mediante historias en las que se visibilizan aspectos como el duelo o la importancia de la salud mental. Como podemos comprobar, la literatura nos ofrece posibilidades ilimitadas, pero: ¿qué uso hacemos de ella en las aulas?
En muchas ocasiones, observamos que aún se mantienen prácticas tradicionales que no fomentan el pleno disfrute de la lectura, sino, por el contrario, el desinterés. Haciendo un ejercicio de reflexión personal, pensemos: ¿cuántas veces memorizamos hasta los detalles más pequeños de un libro para poder responder a un examen?, o ¿cuán frustrante era que tu interpretación de una obra no fuera “adecuada” por no coincidir con la del o la docente? Cada uno responderemos a las cuestiones de una manera, pero, probablemente, encontremos un patrón común.
Por suerte, esto no siempre es así y cada vez más, los maestros y maestras trabajan por ilusionar al alumnado por la lectura. Un extraordinario ejemplo de ello lo encontramos en Bea, más conocida como Cuentina y en redes sociales como @cuentina_cantaycuenta. Desde hace diez años es docente de Educación Infantil por la Universidad de Alicante, profesión que decidió potenciar al sumergirse en el mundo de la animación lectora. Pronto, descubrió que su implicación era tan grande que no se habían inventado palabras para describirla. A ella lo que le gustaba era contar cuentos, pero también cantar mientras lo hacía, por lo que decidió unir todo ello y comenzar a cuentar. Desde ese momento, no ha parado de hacer disfrutar a niños y niñas, tanto en su escuela como fuera de ella, en diferentes eventos, bibliotecas y librerías. A través de sus narraciones y canciones, transforma el hecho de cuentar en un arte que permite a los niños y niñas ser quienes deseen; estar en cualquier parte y a la vez en ninguna; e incluso parecer cualquier otra persona, animal o cosa, pero sin olvidar nunca su verdadero yo.
En el ámbito de la Didáctica de la Lengua y la Literatura, resulta indispensable valorar la tarea no solo de Bea, sino de todas las personas que se encargan de potenciar la lectura de tal manera. Este modo de transmitir las historias, que combina dramatización, modulación de la voz, movimiento, juego y canción, supone una experiencia muy emocionante para el alumnado. Es una manera con la que se consigue que experimente la historia, aprenda de y con los personajes, sienta todo lo que ocurre y, sobre todo, desee que llegue el próximo cuento para seguir disfrutando. En este sentido, es necesario que no limitemos el hecho de cuentar a la primera infancia, sino que también lo implementemos tanto en Educación Primaria, momento en el que la lectoescritura se ha desarrollado; como en Educación Secundaria, cuando tan necesario es el autoconocimiento. En ambos casos, cuentar se transforma en una oportunidad de crecimiento lingüístico y personal.
Continuando con lo anterior, es relevante destacar que desde el campo de la investigación también tenemos la importante tarea de promover este modelo educativo, que tan enriquecedor resulta para el estudiantado de todas las edades. Por ello, hemos de interesarnos, demostrar y visibilizar la efectividad de estas prácticas, de modo que se consoliden como un método de enseñanza de la lengua y la literatura con el que crear un fuerte hábito lector desde la niñez.
Como docentes, investigadores e investigadoras, y como personas, hemos de proteger e impulsar una nueva manera de leer. Al fin y al cabo, la literatura es ese lugar en el que eternamente nos quedarán rincones por explorar, porque, por suerte, siempre habrá una nueva historia que vivir y que cuentar.
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