La educación infantil es ese mágico momento en el que las primeras palabras se convierten en puertas a mundos imaginarios y las historias cobran vida en la mente de los niños y las niñas. Pero, ¿qué pasa cuando llevamos esos cuentos a otro nivel, animándolos a través de juegos, canciones y dinámicas que no solo entretienen, sino que enseñan? Es aquí donde la didáctica de la lengua y la literatura encuentra su verdadero poder.
Los cuentos no son simplemente relatos que se escuchan antes de dormir. Son herramientas didácticas que ayudan a los niños y niñas a desarrollar habilidades como la empatía, la resolución de conflictos y la expresión emocional, entre muchas otras. Cuentos como "Yo voy conmigo" de Raquel Díaz Reguera o "Ponte en mi lugar" de Susanna Isern nos enseñan algo esencial: las historias pueden cambiar la forma en que los pequeños y pequeñas perciben el mundo y a ellos/as mismos/as.
"Yo voy conmigo", por ejemplo, invita a reflexionar sobre la importancia de ser auténticos, mientras que "Ponte en mi lugar" fomenta la empatía al permitir que los/las niños/as vean el mundo desde perspectivas ajenas. Estos cuentos no solo transmiten valores, sino que son perfectos para abrir debates, despertar preguntas y crear conexiones profundas con ellos y ellas.
Entonces, ¿por qué los niños y niñas mayores de ocho años no suelen participar en estas actividades? Porque la magia de los cuentos en la primera infancia se vive de una manera diferente. Los más pequeños y pequeñas se sumergen por completo en la narrativa, mientras que a medida que crecen, buscan otras formas de aprendizaje y entretenimiento que se ajusten a sus intereses y niveles de desarrollo. Aun así, fomentar la lectura en todas las edades sigue siendo crucial, por lo que es uno de los retos que se encuentran en la actualidad dentro del ámbito educativo. Por ello, estas dinámicas no solo pueden consolidar su comprensión lectora, fomentar la empatía y el pensamiento crítico sino que además pueden lograr mantener el vínculo emocional con los libros, evitando que pierdan el interés en la lectura frente a las pantallas.
Para atraerlos, es esencial elegir cuentos acordes a sus intereses, como "El cazo de Lorenzo" o "Orejas de mariposa", y proponer actividades interactivas: teatro de cuentos, creación de finales alternativos o debates. Integrar tecnología, como crear audiocuentos o libros digitales, también puede ser un gran incentivo, al igual que vincular las historias con temas reales que les interesen.
Replantear los espacios de lectura, como parques o clubes al aire libre, y ofrecer dinámicas donde ellos/as sean protagonistas ayudará a mantener vivo su entusiasmo por la literatura. A esta edad, los cuentos no solo son entretenimiento, sino herramientas para formar lectores críticos, creativos y empáticos.
De hecho, docentes como Bea, más conocida como Cuentina Canta y Cuenta, han revolucionado la forma de enseñar literatura. Con sus técnicas de animación lectora, no solo cuentan historias, sino que las convierten en experiencias interactivas. Estas sesiones integran canciones, juegos de roles, expresiones faciales exageradas y hasta pequeños momentos de silencio estratégico, creando un ambiente mágico que atrapa la atención de los niños y niñas, haciéndoles conectar de forma emocional con los/las personajes.
Por ejemplo, mientras se narra "Ponte en mi lugar", se puede invitar a los/las participantes a actuar como diferentes animales y describir cómo se sentirían si estuvieran en su piel. Esto no solo desarrolla su imaginación, sino que también los lleva a comprender el concepto de empatía de manera vivencial.
Del mismo modo, una de las técnicas que distingue a educadores y educadoras como Bea es su capacidad para calmar a los niños y niñas a través del ritmo y el tono. Hablar más bajo, reducir la velocidad y usar pausas estratégicas puede convertir una lectura caótica en un momento de calma y conexión. Estas técnicas no solo captan la atención, sino que también ayudan a regular las emociones, creando un espacio seguro y acogedor para aprender.
Por ejemplo, durante un cuento, bajar la voz puede crear suspense o transmitir tranquilidad. Acompañar la narración con un ritmo suave y gestos delicados puede transformar un grupo inquieto en un círculo atento y sereno.
Por ello, la lengua es la herramienta principal para comprender y expresar emociones, algo especialmente importante en la infancia, cuando el alumnado está descubriendo el mundo y a sí mismos. La literatura, por su parte, amplía su imaginación, fortalece su creatividad y los conecta con valores fundamentales.
Incorporar la didáctica de la lengua y la literatura en educación infantil no es solo una cuestión de aprendizaje académico, sino de formar seres humanos más sensibles, reflexivos y conectados con su entorno.
Así que, si alguna vez se preguntan por qué es importante leer cuentos o dedicar tiempo a actividades de animación lectora, recordad esto: cada historia es una semilla que germina en su mente y su corazón, y el aula es el mejor terreno para sembrarla. Y tal vez, solo tal vez, en un futuro, esos niños y niñas se conviertan en grandes narradores de su propia historia.
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