Uno de los recuerdos de mi infancia que con más cariño atesoro es el taller de cuentacuentos de mi tía Laura. Ella es maestra y animadora de fiestas infantiles, y el momento culmen de cada celebración es el cuentacuentos. Habré escuchado esa historia no menos de 20 veces, e incluso hoy en día me emociono cuando la vuelvo a oír.
Los cuentacuentos han sido una parte fundamental de la tradición oral a lo largo de la historia. En el ámbito de la enseñanza de la lengua y la literatura, los cuentacuentos se presentan como un recurso valioso que no solo enriquece el aprendizaje, sino que también fomenta el amor por la lectura y la creatividad en la infancia.
Uno de los aspectos que más interesa potenciar en el aula con los cuentacuentos es la imaginación y la creatividad. Los cuentacuentos tienen la capacidad de transportarnos a mundos fantásticos y realidades diversas. Al escuchar relatos, se desarrolla la capacidad de visualización y pensamiento crítico, habilidades esenciales en el aprendizaje de la lengua. Además, al narrar sus propias historias, los niños y niñas pueden explorar su creatividad y expresarse de manera única.
Por otra parte, la narración de cuentos es una excelente manera de mejorar las habilidades lingüísticas. A través de la escucha activa, los estudiantes amplían su vocabulario, mejoran su comprensión auditiva y aprenden estructuras gramaticales de manera natural. La repetición de historias y la interacción con el narrador también fomentan la retención de información y el desarrollo de la memoria.
Los cuentos suelen abordar temas universales y experiencias humanas que permiten a los jóvenes conectar con diferentes culturas y perspectivas. Al escuchar historias de diversas tradiciones, se desarrolla la empatía y una mayor comprensión del mundo a su alrededor. Esto es especialmente importante en un entorno educativo diverso, donde la inclusión y el respeto por las diferencias son valores clave.
Los cuentacuentos crean un ambiente de aprendizaje dinámico y atractivo. La narración en grupo fomenta la participación activa y el trabajo en equipo, lo que puede resultar en una experiencia educativa más enriquecedora. Además, el uso de elementos visuales y sonoros durante la narración capta la atención de los niños y niñas y hacer que el aprendizaje sea más memorable.
Conociendo todas estas ventajas, y sabiendo cuánto disfruto de los cuentacuentos, me cuesta identificar en qué momento me dejé de interesar por la literatura. ¿Cuándo dejé de leer por placer? Quizás cuando la carga de lecturas obligatorias se volvió demasiado densa, o cuando las temáticas de los libros no lograban conectar con mi realidad, o cuando leer dejó de ser un hobby y se transformó en una herramienta de estudio.
A menudo me pregunto si, como maestra, seré capaz de generar en mi alumnado esa pasión por la literatura que algún día tuve y que me encantaría recuperar. Sin duda, el testimonio de Bea y su experiencia como cuentacuentos y como maestra resulta inspirador. Sin embargo, para ser un buen cuentacuentos no es suficiente con conocer un amplio corpus de álbumes y narraciones, tampoco lo es tener una puesta en escena atractiva. Para ser un buen cuentacuentos es necesario tener magia, de modo que cautives a tu público al igual que te cautiva a ti la literatura infantil y juvenil.
Cuentina de magia sabe un rato, así nos lo ha demostrado en la sesión del pasado jueves, y tanto su alumnado como su público son muy afortunados de haber sido testigos de sus narraciones y de su arte.
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