Como
maestra, y con la experiencia de tener a adolescentes delante, afirmo que
conceptos como rechazo, desinterés y aburrimiento suelen ser las emociones
predominantes en los discentes cuando el docente menciona el término
“literatura”. Vivimos en una sociedad en la que la literatura se ve desplazada
por otros temas de actualidad que, aunque interesantes, están quizás alejados
de lo que esta materia quiere.
La
literatura historicista forma parte de nuestra cultura literaria y es
fundamental transmitirla en las aulas, ya que promueve el desarrollo
lingüístico, cultural y social de los discentes, preparándolos como ciudadanos
de su país. Sin embargo, la complejidad que implica esta enseñanza puede no ajustarse
a las capacidades de los discentes. Existen multitud de debates sobre si debiera
reajustarse el enfoque, partiendo de obras contemporáneas hacia las más
antiguas, o, por el contrario, mantener una línea cronológica, presentando
obras actuales relacionadas con temas más próximos a los intereses de los discentes,
para que puedan sentirse identificados.
Personalmente,
opino que ambos métodos son válidos y ofrecen aspectos positivos en el
aprendizaje. Una visión ordenada en el tiempo permite comprender la evolución
de los sucesos históricos y su influencia en la literatura. Por otro lado, a
partir de los intereses y la motivación de los discentes, considerando su
madurez y habilidades lingüísticas, puede facilitar el establecimiento de
relaciones intertextuales significativas en su aprendizaje.
Una
propuesta sería explorar diferentes obras desde los comienzos de la literatura,
permitiendo que los estudiantes conozcan su existencia y los movimientos
literarios. Luego, podrían centrarse en aquellos que más les llamen la
atención. Además, se podría seleccionar alguna obra y relacionarla con la
actualidad, empleando no solo la literatura, sino también el cine, el teatro e
incluso las nuevas tecnologías.
No
se debe perder de vista la literatura histórica, ya que forma parte de nuestra
cultura, nuestro arte, nuestra música y nuestra vida. Si se establecen
relaciones entre el pasado y el presente, el aprendizaje cobra sentido y la
literatura se acerca a los discentes, mitigando los sentimientos de rechazo y
negación.
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