POEMA DE UN PADRE FALLECIDO A UNA HIJA
Hija mía, me he marchado pero estoy,
en el silencio de la eternidad,
aún te siento y quiero que me sientas,
pues siempre, en cada paso, contigo voy.
Hija mía, en la penumbra del ayer,
donde las lágrimas besan el recuerdo,
te llevo en el alma como río eterno,
siempre te voy a proteger.
En tus ojos resplandece mi reflejo,
un legado de afecto, luz en el sendero,
mis pasos son invisibles, soy sombra protectora,
siente mi abrazo del alma, cuando a alguien pides un consejo.
Aunque mis manos ya no toquen las tuyas,
la esencia del cariño fluye como río,
en cada amanecer, en cada anochecer,
padre ausente, pero presente en el rocío.
Guarda en el cofre del corazón,
las risas compartidas, la complicidad,
en el lienzo de tus días, mi amor persiste,
ojalá estar ahí, para iluminar tu oscuridad.
En cada estrella que adorna el cielo,
mi alma danza,
intentando bailar como antaño,
un canto ahora sin palabras.
Hija mía, en este abrazo de la ausencia,
siente mi amor como brisa suave,
en el eco de la memoria, siempre feliz,
un padre, en esencia, pero un padre orgulloso de ti.
Escrito por Ana María Quintero Balboa
Desnudando mi alma para mis compañeros de DLLUA23
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