Y por fin llegó el día marcado en rojo en el iPad, el 14 de septiembre de 2050, el primer día de curso. Después de todo el verano, sobre todo el último mes de agosto, ya tenía ganas de iniciar con la rutina y sentirme productivo. Eso de pasar tanto tiempo sin hacer nada no iba conmigo y tenía muchas ganas de ver a mis nuevos compañeros.
Me monté en el asiento del piloto de mi coche e incorporé las coordenadas del centro. En apenas cinco minutos llegué y se aparcó. Había una larga cola, pero después de esperar un rato llegó mi turno, que ansiedad. Me colocaron aquel cachivache en la cabeza. Inmediatamente, detectó mis debilidades: declaración de la renta, primeros auxilios, inteligencia emocional, emprendimiento, economía Crypto y código del Metaverso. Mi familia era más tradicional y así me consideraba yo. Las "mates", las "lenguas" y la Educación Física creaban mi área de confort.
Tras aquella prueba, identifiqué a uno de mis mejores amigos, Pablo. Él había estado conmigo en la mayoría de asignaturas del año pasado, éramos muy iguales. Más o menos teníamos las mismas habilidades y con mucha probabilidad coincidiríamos en las asignaturas del curso que iniciaba. Pablo solía veranear en Cancún, entre palmeras y cocos, por eso el único contacto que habíamos tenido durante los últimos meses había sido a través de videollamada. Nos sentamos y nos pusimos al día.
Era la hora de comer y ya escuchaba las tripas de mi amigo rugir. Habíamos acordado ir a comer juntos. Como siempre, iríamos al parque de al lado de nuestras casas. Me habría encantado ir a comernos una buena hamburguesa al "Five Guys", allí regalan cacahuetes, sin embargo, la familia de Pablo no tenía el chip de identificación, así como tampoco lo tenía mi amigo. Yo le respetaba, pero era frustrante no poder entrar a los sitios porque mi amigo no lo tuviera, nos limitaba mucho. A él en ocasiones también se le hacía un mundo, yo lo sabía. ¿Pero, qué iba a hacer, él era mi amigo y la amistad y el amor están por encima de todo, no?
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